¿Recuerdas aquellas historias que te contaban sobre  hadas,  princesas  y príncipes? Sí, esas que también te hablaban de cenicientas que esperaban a su príncipe azul o caballeros que, por  salvar a las bellas durmientes, se enfrentaban a dragones que echaban fuego hasta por los ojos. Las mismas que casi siempre terminaban en “se casaron y fueron muy felices”.  Lamentablemente, esos cuentos nunca  te mostraban la vida real, no te decían qué pasaba con esos personajes en su vida cotidiana.

Esas historias no  te decían que algunos príncipes se morían de miedo. Tampoco que se desmayaban cada vez que veían sangre, que le tenían pánico a los dragones o que muchos de ellos odiaban las peleas (de hecho, les parecía absurdo pelearse con otros varones, para conseguir el amor de una Blancanieves o una Bella Durmiente)

Además, esos cuentos evitaban relatar que las princesas no querían ser despertadas por  el beso de un bello príncipe y  preferían un despertador por las mañanas.  A ellas, les molaban poco los chicos guapos, los preferían listos y con mucho sentido del humor. Y jamás te  contaban que a las princesas y a los príncipes les podían gustar personas de su mismo sexo.

Nuestra sociedad y cultura ha ido construyendo (por los siglos de los siglos) cuentos, historias, imágenes, que han contribuido a que tengas una idea idealizada respecto al amor.

Pero lo cierto es, que el amor no es como en los cuentos ni como en las películas.

El  amor romántico -amor idealizado- se basa en una  ideología que te hace creer que necesitas estar en pareja para ser feliz. De hecho, establece las pautas sobre cómo amar: con quién (guapas/os, esculturales, del sexo opuesto…), cuándo (pronto, no vaya a ser que se nos pase el arroz), dónde (morimos si no conseguimos pareja en el instituto, universidad….). Te convence de que la meta es encontrar al príncipe o la princesa que llene, salve, cambie tu vida.  Nunca revela qué pasa con  las personas que están sin pareja.

El  amor romántico puede conducirte a pensar que, como dice la canción de Amaral: “Sin ti no soy nada”. Según esta creencia, eres una “media naranja” que para ser feliz necesitas tener la otra mitad que te complemente.  Estas percepciones sobre el amor pueden llevarte a  aferrarte a relaciones de pareja dañinas.

En nombre de ese amor idealizado, en el que debe prevalecer el sacrificio, la renuncia y la entrega a la pareja por encima de una misma, muchas chicas, renuncian a sus amistades,  a sus expectativas de futuro, a su libertad de decisión. Amar, para algunos chicos, significa, poseer a su pareja, sentirse los dueños de su vida, angustiarse de manera desproporcionada ante la idea de perderla. Esta manera de entender el amor conduce a situaciones de sometimiento,  de violencia física y psicológica.

Por eso, es importante que pensemos que el amor de pareja se basa fundamentalmente en relaciones de respeto,  independencia y  libertad. No se puede amar si no eres capaz de quererte.

¿Y tú te has preguntado qué tipo de amor tienes o quieres?