La educación afectivo-sexual como herramienta para combatir la violencia de género

Por Raquel Zapata González

Madrid, 6 marzo. 2020. AmecoPress.- La polémica del llamado “Pin Parental” ha puesto en duda la necesidad de introducir en las aulas la educación afectivo-sexual. A raíz de la implantación en Murcia de la posibilidad de vetar determinados contenidos y enfoques por parte de madres y padres en las escuelas, no ha dejado de crecer el debate aunque a menudo sin profundizar en los efectos que a largo plazo la ausencia o presencia de la educación afectivo sexual puede tener. Desde el feminismo se plantea como una opción para acabar con los estereotipos, los roles y la violencia de género.

El mito del amor romántico es algo de lo que todas las personas hemos oído hablar e incluso hemos vivido, pero ¿sabemos cuáles son las consecuencias de concebir el amor a través de él? La experta en Estudios de Género, Inma Mora Sánchez, explica que este mito se basa en una idea muy concreta de lo que debería ser el amor perfecto. “Si nos fijamos en las grandes historias de amor con las que hemos crecido, vemos elementos que siempre se repiten: la pareja está formada por un hombre y una mujer que se complementan, el amor verdadero da sentido a la propia existencia, vivir sin la persona amada es imposible, los celos se presentan como un signo de amor verdadero, para amar hay que sufrir, solo hay un amor verdadero en la vida, es un amor que nunca termina, el amor es lo único que puede darnos la felicidad absoluta…”, argumenta la experta.

Todo esto constituye un relato que vemos en infinidad de productos culturales. Aunque los mitos y creencias van evolucionando con el tiempo y se adaptan a los cambios sociales, el argumento de fondo sigue siendo muy parecido. En los últimos años, el feminismo y los estudios de género han cuestionado este relato. Inma Mora aclara que cada vez aparecen más historias que narran otro tipo de amor, pero que aun así es difícil escapar de este ideal romántico. “Quizá vemos cada vez más historias de amor entre personas del mismo sexo, pero… ¿cómo es la relación entre ellas? Vemos parejas diversas, pero la idea de encontrar el amor verdadero y que este dure para siempre sigue aún muy presente”, esclarece.

“¿Quién no ha deseado alguna vez encontrar la pareja “perfecta” y vivir feliz para siempre con una persona?”, plantea la experta. Esto es algo que, inevitablemente, la gran mayoría de las personas piensa o busca. Es un modelo muy peligroso, ya que basa la felicidad individual en otra persona y en el vínculo que se establece con ella. “Cuando esta relación deja de funcionar o la otra persona no es como esperábamos, porque nunca será perfecta, toda nuestra vida deja de tener sentido”, determina Inma Mora. El mito del amor romántico lleva, por lo tanto, a la creación de relaciones basadas en la dependencia, donde nuestra felicidad depende de otra persona en lugar de recaer sobre cada una de nosotras y de nosotros. Además, es un modelo donde los roles de género de lo que se entiende por “hombre” y por “mujer” están muy marcados.

La educación afectivo-sexual se concibe como una opción para que las nuevas generaciones aprendan a crear vínculos con otras personas de forma saludable, evitando los roles, los estereotipos y que su felicidad recaiga sobre otras personas; sin embargo, no es la única concepción que existe sobre ella. Desde que se implantó el “Pin Parental” en los centros educativos de la región de Murcia, en España no se ha dejado de debatir sobre si este tipo de educación es necesaria o no. De hecho, incluso hemos podido ver manifestaciones tanto a favor como en contra en distintos puntos del país.

La Comisión del 8M estatal, que está formada por diversas asambleas feministas de toda España, pide que la educación afectivo-sexual forme parte del curricular de la ley de educación y que se imparta por profesionales en todas las etapas educativas, ajustando el contenido a cada una de ellas de forma consecuente. La agrupación, explica que, según la Constitución, padres y madres pueden decidir qué tipo de educación reciben sus hijos, pero que esto hace referencia a las clases extraescolares. “Aquí está el problema. La educación afectivo-sexual se plantea como extraescolar, por ello, pedimos que se introduzca en el curricular, para evitar este dilema”, justifica el organismo feminista.

La Comisión ha reivindicado que la enseñanza afectivo-sexual libre de estereotipos es fundamental para que cada niña y niño gane autoestima y libertad. Aceptar tu propio cuerpo y el de los demás cuando te vas desarrollando y construir tu identidad sexual de forma libre son dos puntos vitales que ayudan a que la salud mental de las personas mejore. Además, es importante que esta educación se dé a lo largo de todas las etapas de la educación, ya que vamos configurando nuestra identidad personal desde que accedemos al colegio.

El hecho de que adolescentes perciban el amor romántico como único modelo no solo trae consigo desigualdades dentro de la pareja, sino que tiene consecuencias personales para cada una de las partes. Inma mora explica que, a nivel personal, trae consigo falsas expectativas como, por ejemplo, pensar que el amor va a solucionar nuestra vida y va a ser nuestra fuente de felicidad. “El amor puede ser parte de nuestra vida y puede generarnos mucha felicidad, pero no puede ser el centro de nuestra propia existencia porque si este falla se derrumba todo nuestro mundo, lo que puede convertirse en un fracaso vital”, esclarece.

El hecho de que la felicidad dependa de otra persona nos hace vulnerables, e incluso podemos llegar a ceder en situaciones que nos desagradan solo para permanecer al lado de esa persona, dejando que mine nuestra integridad personal. “La idea del amor romántico nos dice que el amor es lo más importante y que, en nombre del amor, debemos renunciar a todo, debemos elegir siempre el amor y darle prioridad sobre todas las cosas”, dice la experta. Este mensaje es peligroso porque la historia no se nos cuenta igual a hombres y a mujeres. “En una sociedad machista, son las mujeres quienes suelen renunciar a todo en nombre del amor. Mientras que a nosotras se nos enseña a cuidar y a convertirnos en una buena madre y esposa, a ellos se les enseña a luchar, a tener un papel activo y a luchar por sus sueños”, argumenta Inma.

La violencia de género es el resultado de una cultura patriarcal que nos enseña roles distintos a hombres y mujeres, dilucida la experta. Cómo se debe comportar una mujer y un hombre dentro de una relación afectiva son dos de esos roles, que, además, son los causantes de una desigualdad debido al papel dominante que se le otorga al hombre. La existencia de roles tan diferenciados y marcados trae consecuencias negativas para ambos, pero sobre todo para las mujeres ya que “la concepción del amor romántico puede hacer más vulnerables a las niñas y a las mujeres de cara a sufrir algún tipo de violencia de género en el futuro”, concluye la especialista.

“La educación afectiva es fundamental para nuestro desarrollo y para poder vivir relaciones sanas”

Normalmente, cuando hablamos de violencia de género, lo primero que nos viene a la cabeza en materia de parejas son matrimonios o personas, ya de una edad avanzada, que mantienen una relación estable. No solemos pensar en las jóvenes de 16 años, pero lo cierto es que también la sufren. De hecho, interiorizarla desde jóvenes es asentar una base para que cuando las niñas o adolescentes crezcan vean normalizadas ciertas conductas dañinas o irrespetuosas de sus parejas hacia ellas.

Cuando una adolescente se ve envuelta en violencia de género, no la etiqueta como tal a menos de que anteriormente le hayan enseñado que eso que le está ocurriendo es violencia. Inma Mora, explica que, si queremos acabar con las desigualdades entre hombre y mujeres, necesitamos una educación que nos ayude a percibir y a ver esas desigualdades y, sobre todo, que nos ayude a construir relaciones entre iguales. “La educación afectiva es fundamental para nuestro desarrollo y para poder vivir relaciones sanas”, aclara la especialista. Así pues, socializar y educar a todos los jóvenes con perspectiva de género se concibe como algo fundamental para evitar caer en la violencia.

Además, la literatura, las películas, las series y la música no suelen ayudar a que las jóvenes sepan identificar la violencia ya que, estos productos, en ocasiones suelen justificarla o normalizarla. La experta en género comenta que las relaciones de pareja y la sexualidad están muy presentes en los productos culturales destinados a adolescentes. “No se trata de censurar libros, películas o música, ya que forman parte de nuestra historia y de nuestra cultura, pero si que tenemos que aprender a leer esa cultura y a entender el contexto en el que ha sido creada”, concluye.

Identificar la violencia de género en la adolescencia es muy difícil ya que es una etapa en la que se experimentan muchos cambios físicos, emocionales y de comportamiento que pueden hacer que el maltrato pase desapercibido al considerar que son cambios propios de esta etapa. El entorno lo tiene difícil a la hora de detectarla. Ante esto, que padres y madres tengan relaciones de confianza con sus hijas es determinante a la hora de que ellas se sientan seguras y puedan transmitir si tienen algún problema.

También se puede dar la situación de que padres y madres no puedan detectar síntomas que indiquen que su hija se encuentra en una relación “poco saludable” con su pareja debido a que la propia adolescente vive en un entorno familiar de violencia. Inma Mora explica que la violencia de género se da en todos los ámbitos y en contextos muy distintos, pero vivir en un entorno familiar violento hace que salir de una situación de violencia de género sea aún más complicado. Contar con una red de apoyo es fundamental para afrontar una situación de violencia de género y el entorno en el que viva una adolescente es clave.

Por ello, es importante que, por un lado, profesores y profesoras tengan formación en prevención de la violencia de género para que sean capaces de identificar situaciones de maltrato y, por otro lado, que se realice formación para la igualdad dirigida a jóvenes. Inma añade que “es esencial que las instituciones públicas ofrezcan todo el apoyo y los recursos necesarios para que las jóvenes puedan identificar la violencia de género -ya sea la que sufren dentro del hogar o en sus relaciones de pareja- y sean capaces pedir ayuda en caso de que fuera necesario”.

Así pues, la educación afectivo-sexual se presenta como una alternativa eficaz para combatir los roles, los estereotipos, el mítico mito del amor romántico y una de sus consecuencias más terribles como la violencia de género. Sin olvidar que permite a las y los adolescentes que sean quien quieren ser sin presiones, enseñándoles a amar su cuerpo y a no tener miedo de ser quienes son. El debate continúa y continuará, sin embargo, las personas expertas en género lo tienen claro, la enseñanza afectivo-sexual es necesaria para construir identidades con libertad y relaciones sanas basadas en el apoyo mutuo, la independencia personal y la libertad. La educación puede solucionarlo, pero para ello debe amparar una serie de valores.

Foto: Archivo AmecoPress / 1) Foto de Pixels; 2) Foto de Piqsels.
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¡Los hombres NO sufren violencia de género!

Cualquier situación de violencia que querramos resolver implica caracterizar adecuadamente a la misma. Afirmar que “toda violencia es igual” o la moralina de “toda violencia es mala” es no tener un correcto diagnóstico y conocimiento de qué tipo de violencia nos ocupa, lo que va a impedir la elaboración de certeras estrategias para resolverlas.

Por Enrique Stola

¡Los hombres NO sufren violencia de género!

¡Los hombres NO sufren violencia de género!

No es lo mismo trabajar para evitar la violencia institucional en una cárcel que tomar medidas para erradicar la violencia obstétrica, o idear un plan para eliminar la violencia en los eventos deportivos, el bullying, o la violencia contra las mujeres o hacia el colectivo LGTBII

Es muy claro que las organizaciones machistas-masculinistas con sus consignas de adhesión a la dominación masculina quieren instalar la creencia de que los hombres también sufren violencia de género:

Es frecuente la pregunta ¿Hay hombres que sufren violencia por parte de mujeres? La respuesta es Si. ¿Hay mujeres violentas? Si. ¿Y que tiene de raro o cuál es la noticia de que haya mujeres violentas? Ninguna. Reconocerlo es romper estereotipos macho-sexistas que nos dicen que una mujer debe ser “delicada, comprensiva, no violenta, no agresiva, sensible” y algunas idioteces más.

Al pertenecer las mujeres al género humano tienen todos los atributos del llamado ser humano, por lo que mujeres, hombres y otras identidades pueden ejercer la misma intensidad de violencia, pero NO ejercer ni sufrir las mismas violencias.

¿Puede un hombre sufrir violencia obstétrica? No. ¿Puede un hombre sufrir violencia política por ser hombre? No. Y así con otras violencias. Pero siendo las mujeres pertenecientes al mismo género humano, hay un conjunto de variables que ellas no poseen por el solo hecho de ser mujeres.

Lo que no tienen las mujeres en ninguna parte del mundo es un sistema socio-económico-cultural que privilegie la figura femenina por sobre la masculina. Ellas carecen de una estructura mundial desde la cual gerenciar todos los poderes y riquezas por propio derecho. Tampoco poseen el poder de imponer una visión femenina y organización del mundo, designar el lugar que deben ocupar los hombres, sentirse sus dueñas y contar con una organización del tiempo y espacio que privilegie sus intereses. Más aún, no pueden disponer del cuerpo de los hombres, violarlos masivamente, dictaminar cómo deben ir vestidos, las limitaciones que los machos tendrían en el espacio público femenino y tampoco poseen una justicia con “valores universales” que las beneficien. Por eso cuando una mujer ejerce violencia contra un hombre solo se usa la categoría que prescribe el código penal pues no hay contexto socio-económico-cultural que de apoyo y sostén a la violencia femenina.

En nuestro mundo solo existen sociedades patriarcales con ejercicio de la dominación masculina en donde las mujeres están en una posición de subordinación respecto a los varones y, por lo tanto, desde el sistema simbólico patriarcal las violencias machistas simbólica, psicológica, física, económica, etc., ejercida contra ellas tienen aval social: eso es la violencia de género, eso es la violencia machista al servicio de disciplinar a las mujeres y mantenerlas en situación de subordinación.

La narrativa que el sistema simbólico patriarcal y el pensamiento hegemónico androcéntrico han impuesto hasta el momento es establecer una analogía entre violencia de género (VG) y violencia de género extrema (VGE), siendo que ésta última es sólo un instrumento de la primera. Esa maniobra patriarcal oculta las otras violencias contra las mujeres y fundamentalmente hace muy difícil detectar los indicadores de la violencia simbólica que es el más eficaz de los instrumentos de la dominación masculina.

Machos, mujeres y otras personas colonizadas por el machismo, ya es hora de que acepten lo que los feminismos hicieron evidente: desde su nacimiento las mujeres son las que sufren Violencia de Género y millones de ellas no llegan a la vejez por el solo hecho de ser mujeres.

 

35 COSAS QUE MEJORAN CUANDO EMPIEZAS A QUERERTE

Quererse a una misma es el primer paso para lograr que los demás nos quieran bien. Porque cuando empezamos a respetarnos a nosotras mismas suceden cosas que acaban repercutiendo muy positivamente en nuestras relaciones personales.

Quererse a una misma está muy relacionado con la manera en la que los demás nos quieren y la forma en la que permitimos que nos quieran. Si queremos amar bien a las demás personas y que los otros nos traten de una manera saludable, debemos empezar por respetarnos a nosotras mismas, por trabajar nuestra autoestima.

Cuando empiezas a quererte, cuando mejora tu autoestima, suceden cosas importantes. He aquí la lista de las 35 que yo considero más imporantes:

  1. Aprendes a distinguir los buenos y los malos tratos.
  2. Confías en ti misma.
  3. Aprendes a cuidarte y a protegerte.
  4. Te trabajas lo que te tienes que trabajar para ser más feliz.
  5. No permites que nadie te haga sentir mal.
  6. Dejas de ponerte de rodillas y te pones en pie para relacionarte con los demás.
  7. Aprendes a poner límites a los demás para que no abusen de ti. Te alejas de la gente que no sabe quererte bien.
  8. Eres menos comprensiva con las personas tóxicas.
  9. Te alejas de las personas violentas.
  10. Aprendes a ver tus fallos sin machacarte, y empiezas a hacer autocrítica amorosa para vivir mejor.
  11. Empiezas a buscar la manera de tener una vida buena, una buena vida para ti y para la gente a la que quieres.
  12. Dejas de exigir o mendigar amor porque sabes que te mereces una relación en la que seas correspondida.
  13. Dejas de ser sumisa y obediente cuando te enamoras.
  14. Le das prioridad a tu bienestar, no a tu necesidad de vivir un romance.
  15. Cultivas tu desarrollo personal para crecer y ser mejor persona.
  16. Cuidas a tu gente y nutres tus relaciones afectivas.
  17. Cuidas tu salud sexual y tu salud emocional.
  18. Disfrutas más del amor que sientes por los demás.
  19. Aprendes a distinguir quién te quiere bien y quién no.
  20. Fabricas tus propias herramientas para liberarte de los patriarcados que interiorizaste.
  21. Te liberas del miedo a la soledad, porque aprendes a hacerte compañía.
  22. Aprendes a decir “no” sin culpa y sin miedo.
  23. Dejas a tu pareja si se porta mal contigo sin sentarte a esperar el milagro.
  24. Tomas conciencia de todas tus virtudes y eres capaz de hablar bien de ti misma delante de los demás.
  25. Evitas situaciones o personas que te hagan daño.
  26. Vas más despacio en tus relaciones sentimentales para conocer bien a la otra persona y saber si la relación va o no va.
  27. Te felicitas por tus logros personales, sean grandes o pequeños.
  28. Construyes relaciones más sanas, igualitarias y equilibradas que te hacen sentir bien y te aportan.
  29. Cuidas más tu relación con el placer y el disfrute, y dejas de anteponer el placer de la otra persona al tuyo.
  30. Te das cuenta de que la única persona que puede cambiar eres tú y dejas de querer cambiar a los demás.
  31. Sabes con mayor certeza lo que quieres y lo que no quieres.
  32. Te comprometes contigo misma y te responsabilizas mucho más de tu bienestar y felicidad.
  33. Te apetece conocer gente nueva y te sientes más segura a la hora de tener nuevos amigos y amigas.
  34. Aprendes a hacerte demostraciones de amor a ti misma: regalos, homenajes, detalles, comidas ricas, horas de sueño, tiempo para hacer lo que más te gusta…
  35. Disfrutas más del sexo, del amor y de la vida, porque valoras mucho más tu tiempo y tu bienestar.

QUE ES EL LENGUAJE INCLUYENTE Y POR QUÉ ES IMPORTANTE QUE LO USES

Qué es el lenguaje incluyente y por qué es importante que lo uses?

Muchas formas de lenguaje y expresiones que abundan en nuestro vocabulario construyen y refuerzan estereotipos de género que conducen a la violencia contra las mujeres. Por eso aquí te decimos cómo evitarlas.

El lenguaje es una expresión de nuestro pensamiento, un reflejo de los usos y costumbres de una sociedad y cultura determinadas.  Por ello, por mucho tiempo el lenguaje ha sido también fuente de violencia simbólica, una herramienta más a través de la cual se ha naturalizado la discriminación y la desigualdad que históricamente ha existido entre mujeres y hombres, las cuales tienen su origen en los roles y estereotipos de género que limitan y encasillan a las personas partiendo de sus diferencias sexuales y biológicas.

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Dado que por mucho tiempo la sociedad justificó las relaciones desiguales entre mujeres y hombres –confinando a las mujeres a las actividades del hogar, la atención de las hijas e hijos y al rol reproductivo y de cuidados— no es de extrañar que el lenguaje que por años hemos utilizado esté caracterizado por expresiones sexistas y excluyentes que han invisibilizado la presencia de la mujer y, especialmente, su participación en muchos de los ámbitos públicos en que hoy son también grandes protagonistas.

De esta problemática – y del impacto de inevitablemente tiene el uso de lenguaje en nuestro desarrollo como sociedad— es que surgió el lenguaje incluyente, el cual establece nuevas reglas que se adaptan a una sociedad igualitaria y que fomentan una cultura del respeto y la no violencia hacia las mujeres.

¿Por qué es importante utilizar el lenguaje incluyente?

En esencia, muchas formas de lenguaje y expresiones sexistas que abundan en nuestro vocabulario — las cuales han pasado de generación en generación perpetuando patrones de comportamiento— construyen estereotipos de género, asociando a las personas con roles y expectativas sociales entorno a lo que deben ser/hacer las mujeres y los hombres.

De esta forma, el lenguaje sexista o excluyente ha reforzado la idea errónea de que las mujeres tienen un papel de inferioridad o subordinación con respecto al hombre.

Estas formas sutiles de desvalorización de la mujer en el lenguaje son las que, en el inconsciente colectivo, se suman a las muchas formas que contribuyen a reforzar la desigualdad y, en el peor de los casos, a justificar la violencia ejercida hacia las mujeres.

Por ello, te invitamos a descargar nuestro manual para el uso de un lenguaje incluyente y con perspectiva de género.

Guía rápida para el uso del lenguaje incluyente y no sexista

A continuación te dejamos 9 formas en que puedes utilizar el lenguaje incluyente en tu vida diaria.

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Fuente: (http://www.gob.mx/conavim/articulos/que-es-el-lenguaje-incluyente-y-por-que-es-importante-que-lo-uses?idiom=es) revisado 20-02-16.

DESCONSTRUYENDO EL AMOR ROMÁNTICO

Compartimos este articulo publicado por el Proyecto Khalo. Nos viene bien en estos días que hablamos del famoso San Valetín.

Deconstruyendo el Amor Romántico

Ilustración: Estrella


Hemos crecido con Princelandia: jóvenes sensibles y delicadas que esperan a que su príncipe las rescate; novelas y telenovelas con grandes dramas pasionales; canciones y películas románticas que forman parte del imaginario colectivo, en las que el amor es una fuerza que todo lo supera, que el amor lo vale todo y que sin amor no somos nada. Lo verás cursi, pero son ideas que han calado muy hondo.

Definamos qué es Amor, o más bien, qué nos han enseñado sobre el amor: ¿Amor es dependencia; amor es abnegación; amor es sufrimiento? Definitivamente no. El significado del amor es cultural, algo construido y aprendido a través de diferentes medios; de la educación de nuestros padres, de nuestras amistades, de la religión imperante, de las películas, de los libros, etc. Todo este aprendizaje tiene un marco macro que es la sociedad patriarcal en la que nos ha tocado vivir.

¿Y si buscamos en la Real Academia Española los significados de Amor? :
1. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
2. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
3. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.

Si se une lo subrayado en las 3 definiciones, queda algo así: AMOR, sentimiento que partiendo de nuestra propia insuficiencia, nos completa y entrega a alguien. Aunque de manera algo selectiva, ¿estas definiciones no nos llevan a pensar en un sentimiento de subordinación y de dependencia? ¡Hasta la R.A.E. nos traiciona!

Abramos el objetivo
Eso que hemos aprendido de que amor es entrega, dependencia y abnegación, es simplemente eso; entrega, dependencia y abnegación. Pero de amor nada. No usemos el término a la ligera, no confundamos, desaprendamos.

Desaprendamos
Es difícil vaciar la mochila que llevamos a la espalda, llena de ideas no propias y acumuladas durante nuestra vida, ideas impregnadas de creencias irracionales. El haber aprendido un concepto erróneo sobre el amor nos puede traer muchos problemas en nuestras relaciones, especialmente en la adolescencia cuando somos más vulnerables. De hecho, muchxs de nosotrxs hemos reproducido modelos de relaciones amorosas nada saludables que incluyen tolerancia a los celos, y al control y entrega total. Hemos asumido que amor y celos, amor y control, amor y subordinación… Pueden ir de la mano, que el amor para que sea pasional, debe ser así.

Definir el amor puede ser tarea compleja, pero podemos empezar por descartar lo que no entra en la definición: el machismo. No entra el maltrato, ni físico, ni psicológico, el cual sigue tristemente vigente por mucha más conciencia social que haya. No entra el machismo más criticado, como puede ser el no compartir las tareas domésticas y de cuidado, ni tampoco el machismo más sutil, los llamados micromachismos .
Pasar de un plano a otro no es tan difícil como se cree, la idealización del amor que tenemos en la cabeza asume este tipo de abuso y es el germen de la violencia de género.

Avanzar hacia la igualdad y erradicar la violencia de género incluye acabar con creencias e ideas erróneas sobre el amor: no somos la mitad de nadie, no nos hace falta el amor para sentirnos completxs y desarrollarnos, esto genera una idea de dependencia, el mito de la media naranja.

Aunque se haya avanzado en igualdad, el machismo es estructural, está muy asentado y va cambiando de forma para no parecerlo, camuflarse y así mantenerse; no se manifiesta (tanto) públicamente, se ejerce sobre todo de puertas para adentro, en la intimidad de las relaciones de pareja. ¿Quién se atreve a declararse machista hoy en día?

Aprendamos

El amor implica una gran responsabilidad hacia ti mismx y hacia los demás, se mezclan conceptos interrelacionados como son la atención, el cuidado, el respeto mutuo, la admiración, la confianza, el afecto, el crecimiento personal, el placer… La suma de ellos y no por separado podría entrar en una definición sobre el amor.

Bell Hooks, feminista afroamericana, en su obra La Claridad del Amor, nos muestra que amar debe ser una acción y no un sentimiento, y ello nos lleva a tomar una responsabilidad, implica una voluntad, no define el amor como algo instintivo o involuntario. El amor implica elección de amar. Hooks se hace eco de la definición de amor de otro autor S. Peck que refleja la idea de amor similar:<<La voluntad de extender nuestro yo con el propósito de alimentar el crecimiento espiritual propio y el de otra persona. El amor es lo que el amor hace, es un acto de voluntad. La voluntad implica elegir. No estamos obligados a amar. Elegimos amar… >>

Simone de Beauvoir, autora de referencia nos dice:” el amor auténtico debería basarse en el reconocimiento recíproco de dos libertades, cada uno de los amantes se viviría como sí mismo y como otro; ninguno renunciaría a su transcendencia, ninguno se mutilaría, ambos desvelarían juntos unos valores y unos fines”. (El segundo sexo)
Amar no es un proyecto de vida, puede ser una parte importante de nuestro trayecto, un vehículo hacia el autoconocimiento y hacia nuestro desarrollo pero no un fin en sí mismo.

El mito de amor romántico nos ha dejado muchos mensajes con los que todavía convivimos y que anula esta capacidad de elegir, de querer desde la voluntad como seres completos; aumentando nuestras capacidades y no mermándolas, nutriéndonos de una relación saludable desde el respeto y la admiración mutua… En definitiva, aprender a amar, quererse a una misma y ser más libres.

Shaila Monasor (34), Alicante.
verdeyvioleta.wordpress.com

Bell Hooks. (2000) Claridad: dar palabras al amor. The Women’s Press, Londres, pp. 3-14
Peck, S. M. (1996). Un camino sin huellas: la nueva psicología del amor. Madrid: Salamandra
Beauvoir, S. (1969). El segundo sexo. Buenos Aires, Siglo Veinte

Fuente: Proyecto Khalo (http://www.proyecto-kahlo.com/2016/01/deconstruyendo-el-amor-romantico/) revisado el 14-02-17.

 

«MASCULINISMO»

 Miguel Lorente nos habla sobre como el machismo va adaptándose a los nuevos tiempos pero sin cambiar su ideología de poder y privilegios:cambia para seguir igual .

“Masculinismo”

Si el machismo defiende al macho, el “masculinismo” defiende lo masculino como referencia identitaria de los hombres, es decir, defiende al machismo, que es lo que define y ha definido históricamente la identidad de los hombres bajo la referencia de la cultura patriarcal que ellos crearon, para que “lo masculino” fuera el modelo universal de toda la sociedad y “lo femenino” quedara reducido a los ámbitos de lo doméstico y supeditado a lo de los hombres.

Pero el machismo es mutante en sus formas para adaptarse a cada momento histórico sin renunciar a sus posiciones de poder y privilegios, de ahí su estrategia de “cambiar para seguir igual” que le ha permitido adaptarse sin transformarse, y luego hacer creer con su influencia que los cambios adaptativos en verdad eran transformadores de su identidad. La estrategia actual del machismo es el posmachismo, ese intento de revestir de neutralidad sus exigencias y planteamientos para generar la confusión necesaria que lleve a la duda, a la pasividad y a que todo siga igual. Y el posmachismo sabe que la batalla del lenguaje es clave para afianzar posiciones y definir realidades, por eso su interés desde el principio de contrarrestar el feminismo diciendo que era lo mismo que el machismo. Cuando fracasaron en esa burda comparación inventaron la palabra “hembrismo” para que la etimología no fuera obstáculo en la crítica de las propuestas a favor de la Igualdad que se hacían desde el feminismo, y al mismo tiempo la acompañaron de palabras como “feminazi” y “mangina” para que la crítica no se quedara en las ideas y llegara a las personas que las proponían. Pero como han comprobado que el discurso “machismo” versus “hembrismo” se presenta como conflictivo y cargado de agresividad y violencia por su parte, algo que refleja su machismo latente, han dado un paso más en busca del camuflaje de la neutralidad a través del lenguaje y ahora hablan de “masculinismo”, el cual aparece con “Ph neutro” y comparable en sentido al concepto de “feminismo”. De este modo, aunque sus palabras cargadas de ataques contra la Igualdad son las mismas su imagen es diferente, y se presentan como más proactivas en busca de esa “igualdad real” que suponga dirigir las mismas acciones para hombres y mujeres y, de ese modo, mantener la desigualdad existente sin entrar en el significado histórico que ha dado origen a la misma.

El “masculinismo”, tal y como se aprecia en las redes sociales en palabras de sus “porta a voces”, porque hablan a base de ataques y cargados de agresividad, no reivindica la Igualdad, aunque habla de ella para que la Igualdad sea lo que ellos decidan que debe ser la Igualdad. Es lo que han hecho los hombres a lo largo de toda la historia al tutelar a las mujeres y lo de las mujeres, y que ahora pretenden seguir haciendo en lo social y en lo individual, como cuando el marido dice en nombre de la libertad y de su igualdad, “yo dejo que mi mujer haga lo que quiera”.

La propia estrategia del “masculinismo” demuestra el fracaso de la posición machista en la sociedad, a pesar de que aún mantienen mucho poder y toda la violencia para hacer daño, pero como en verdad van perdiendo espacio. Ahora necesitan exhibir su machismo y elegir presidentes como Donald Trump y contar con columnistas y locutores que se hagan eco de sus palabras, para que la parte nostálgica de la sociedad se de cuenta de que ellos y su machismo siguen presentes en una nueva realidad cada vez más crítica con la desigualdad y el machismo.

El error del machismo y de su “masculinismo” es no ver que el feminismo defiende la Igualdad, no a las mujeres contra los hombres, sino la Igualdad sobre la injusticia histórica que ha creado la desigualdad, y con ella la discriminación, el abuso, la violencia… que las han apartado de las posiciones donde deberían haber estado para que la convivencia y las relaciones se construyeran y desarrollaran con las aportaciones de hombres y mujeres. Por ello el feminismo parte de la visión crítica de las mujeres y reivindica su presencia y protagonismo, porque los hombres nunca se han preocupado de hacerlo en los miles de años que llevan dirigiendo la sociedad desde sus posiciones de poder. El resultado final, por tanto, será la Igualdad para toda la sociedad, y ello exige corregir la desigualdad en quien la sufre, o sea, en las mujeres.

El “masculinismo” es “lo de los hombres”, “para los hombres”, “desde los hombres” y “con los hombres”, por eso recurren a los mismos argumentos de las denuncias falsas en violencia de género, a que las mujeres también son violentas, a la custodia compartida impuesta con independencia de las circunstancias de la relación de pareja, a que las mujeres son malas y perversas y alienan a sus hijos e hijas contra los padres a través del SAP… es decir, las mismas razones del machismo y las mismas que el posmachismo maquilla, pero ahora como si sugieran de un planteamiento reflexivo nacido del “ataque” que la Igualdad y sus medidas suponen contra los hombres y su masculinidad.

El “masculinismo” es la plasmación social de una de las estrategias que más utiliza el posmachismo al presentar a los hombres como víctimas de las mujeres y de la situación social: víctimas de denuncias falsas, de suicidios, de mayor tasa de accidentes de tráfico y laborales, de menor vida media… El “masculinismo” es la elevación a lo social del “hombre víctima de la Igualdad”, bien por acción o por desconsideración, y por lo tanto, se presenta como “victimismo masculino” para fijar la atención sobre los hombres sin cambiar nada en los hombres.

Y es cierto que los hombres tienen muchos problemas, nunca ni nadie los ha ocultado ni cuestionado, pero la solución está en la Igualdad, no en más desigualdad. O lo que es lo mismo, la respuesta es el feminismo, no el “masculinismo”.

Fuente: Miguel Lorente. Autopsia (https://miguelorenteautopsia.wordpress.com/2017/01/28/masculinismo/) revisado el 12-02-17

EL ES UN SEMENTAL, ELLA UNA ZORRA, ¿POR QUÉ PERPETUAMOS ESTEREOTIPOS?

Este articulo nos habla de que como los estereotipos respecto a los hombres y las mujeres se siguen manteniendo.

Él es un semental, ella una zorra, ¿por qué perpetuamos estereotipos?

Marian Benito

30-01-17

El zorro, además de nocturno, es un animal muy astuto. Zorra, sin embargo, se aplica a la mujer fácil sexualmente y promiscua. Cuando es el hombre el que muestra alegría en lo tocante a sus costumbres sexuales se le llama «machote». Pero si escuchamos machota nos viene a la cabeza la imagen de una mujer con aspecto viril y vestimenta masculina. De nuevo, el tópico despectivo se lo llevan ellas, mientras que a ellos se les mide su valía según su frecuencia sexual. La escritora y columnista Jessica Valenti lo resume con uno de sus títulos: «Él es un semental, ella una zorra».

Nuestro lenguaje cotidiano está lleno de sexismo inconsciente que perpetúa la discriminación y las relaciones de desigualdad. Las anteriores son solo algunas de las expresiones que escuchan continuamente nuestros hijos justo en la época en que, según la psicóloga y sexóloga Georgina Burgos, su sexualidad brota fuerte y debe formarse su personalidad erótica construyendo relaciones, deseos y respetos.

¿No deberíamos revisar los mensajes que transmitimos a los adolescentes? La sexóloga considera que el cambio debería empezar por las actitudes. «El lenguaje es una expresión del pensamiento. Por eso el cambio interior debería ir por delante de nuestras formas de hablar».

El estudio ‘Jóvenes por la Igualdad’, elaborado por el Gobierno de Canarias, califica de micromachismos esos gestos y mensajes con los que educamos a los adolescentes, permitiendo que al hombre se le evalúe por el sexo que tiene y a la mujer por el sexo que no tiene dejándola, en muchas ocasiones, en clara desventaja. «Muchas veces son ideas soterradas que han echado raíz en forma de hábitos, comportamientos o frases hechas, pero forman un buen caldo de cultivo para muchas formas de violencia de género o de intentos de doblegar a la mujer». Burgos alerta sobre las consecuencias negativas de nuestro sexismo cotidiano en las futuras relaciones de pareja de los adolescentes y en el modo de vivir su sexualidad.

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Conviene, por ello, repasar y reconsiderar algunas de estas señales:

  1. Las adolescentes y jóvenes reciben mensajes contradictorios. «Por una parte, se ensalza la belleza femenina, el cuidado de su figura y de su atractivo o su capacidad de seducir, pero luego se la juzga en función de cómo use su cuerpo. Se la educa en valores y sin embargo el modo de juzgar su moralidad tiene poco que ver con esos valores como integridad ética, equilibrio emocional, bondad, etc.
  2. Usamos expresiones que denotan privilegios en función del sexo. ¿Cuántas veces hemos escuchado «Las damas primero»? «Nuestras buenas costumbres no deberían tener sexo», advierte Burgos. Los hombres no deberían cubrir su actitud protectora con una falsa caballerosidad. ¿O por qué algunos sitios son gratis para las chicas? En uno de sus ensayos, la filósofa Mariam Martínez-Bascuñán, lo interpreta así: «Es el reconocimiento puro de que se asume que la mujer es un objeto decorativo y además se la considera un privilegio. Es una expresión más de la desigualdad de género».
  3. En determinados contextos, las niñas siguen creciendo con la idea del príncipe azul, ese hombre especial que le hará sentirse segura y querida. «Este concepto de la dependencia para forjar su autoestima lleva a tolerar actitudes perjudiciales y le impedirá ver qué puede estar pasando», matiza Georgina. El informe ‘Jóvenes por la Igualdad’ insiste en la necesidad de una educación sexual en la que las jóvenes aprendan a reconocer los sentimientos de amor y a emprender relaciones igualitarias.
  4. En lugar de seguir esta advertencia, la realidad muestra que a menudo arrojamos con las palabras todos los mitos del amor imperantes en nuestra cultura. «El enamoramiento, la relación de pareja o el matrimonio siguen siendo el eje en torno al cual gira de modo completo o casi completo la vida de muchas mujeres. Hasta el punto de que sin él la vida carece de sentido», dice el informe. Y pone como ejemplo la literatura dirigida a mujeres y el cine, con historias en las que la otra persona se convierte en lo fundamental de la existencia femenina. La mujer protagoniza experiencias muy intensas de felicidad o de sufrimiento. Para el hombre, sin embargo, lo prioritario son sus logros sociales o profesionales.
  5. Todo en nombre del amor. El estereotipo de mujer que perdona y justifica todo en nombre del amor se repite de unas generaciones a otras. Georgina Burgos nos recuerda que, en las encuestas, las adolescentes siguen admitiendo los celos porque son una muestra de cariño. «Con ellos se disculpa un comportamiento egoísta, inaceptable, dominante y a veces hasta violento. Son modelos de conducta irracionales y absurdos que generan desengaños, frustraciones y fracaso”

Fuente: Marian Benito, El Mundo, revisado del 05-02-16

El año que aprendimos sobre feminismo leyendo las vidas de mujeres fuertes y sabias

Al parecer 2016 ha sido un año fructífero para algunas mujeres que se atrevieron a contar sus historias, ellas se animaron a escribir desde su experiencia. Por ello, les dejamos este artículo que habla de esas brillantes publicaciones. Si aún no te has comprado tu regalo por Reyes aprovecha para hacerlo.

El año que aprendimos sobre feminismo leyendo las vidas de mujeres fuertes y sabias

Mi vida en la carretera, Solterona, Manual para mujeres de la limpieza, Tú no eres como otras madres... 2016 fue el año de las mujeres que se atrevieron a contar su historia

«Escribir sobre tu memoria es una forma de tomar el control de tu vida», afirma Carmen G. de la Cueva, autora de Mamá quiero ser feminista

Decía Gloria Steinem en Revolución desde dentro, su manual sobre la autoestima, que había sido precisamente escuchar y hablar con otras mujeres, a veces mayores y más sabias que ella, lo que le había salvado en numerosas ocasiones. Steinem ha publicado en España en 2016  Mi vida en la carretera, joya del feminismo interseccional injustamente olvidada en muchas de las listas de balance del año.

Kate Bolick, la otra estadounidense que llegó para rompernos los esquemas (y para hacernos leer orgullosas en el metro un libro en cuya portada pone Solterona), encontró en la escritura de «biografías de muertas» una de las maneras con las que construir la vida propia, y también el hilo con el que narrárnosla. Angelika Schrobsdorff, fallecida en 2016, eligió contar la vida de su madre para reconstruir el pasado colectivo e individual.

Ellas han sido tres de los adalides de una suerte de ‘boom’ de vidas de mujeres extraordinarias de las que hemos podido empaparnos estos últimos meses.  La autobiografía, ese género a veces considerado algo narcisista, se ha revelado paradójicamente como una gran herramienta para lograr empoderarse sin mirarse el ombligo.

En la librería madrileña Mujeres y Compañía no quieren llamarlo exactamente ‘boom’. Sus responsables, especializadas en literatura feminista, opinan que hablar de modas en este caso es «frivolizar el trabajo tanto de estas escritoras, como de editoras, libreras y lectoras inquisitivas». Proponen cambiar el término por «trabajo de visibilización y reivindicación».

«En el ámbito del cómic y novela gráfica, por ejemplo, siempre ha sido habitual este tipo de publicaciones de autoras que cuentan experiencias vitales». Muchas veces sobre violencias y abusos, destacan, como ocurre en Una entre muchas. Describen el género, o el fenómeno (lo que ustedes prefieran), como «una forma de compartir y hacer política partiendo de sí misma (algo profundamente feminista, y que encuentras en casi todos los formatos de creación literaria)».

«El hecho de que el canon patriarcal rescate a determinadas escritoras no es casualidad, pero sí significa una oportunidad de descubrir autoras invisibilizadas durante siglos», inciden.

No durante siglos pero sí durante décadas en el caso de Lucia Berlin. Alfaguara ha rescatado desde los lejanos 60 su Manual para mujeres de la limpieza, «la narración de la propia vida, tomada sin modificar apenas la realidad». También ocurrió con Katharine Graham y su historia personal,  «la mujer más poderosa del mundo» según el diario del que fue editora, The Washington Post. Premio Pulitzer en 1998, nos llegó ahora de la mano de Libros del KO. Y, esta vez sí, tuvieron que pasar cien años desde su nacimiento para poder apreciar la historia familiar de Natalia Ginzburg, editada en Lumen.

Lucia Berlin
Lucia Berlin
El poder de contar tu relato

Hemos tenido ejemplos patrios. Carmen G. de la Cueva tiene apenas 31 años pero con su debut, Mamá, quiero ser feminista ya se ha adentrado en el género. «Escribir sobre tu memoria es una forma de tomar el control de tu vida», reflexiona. «Históricamente, el poder fue declarado como no femenino y las mujeres se han visto desprovistas de textos, de modelos, que les podrían servir de ejemplos. El poder depende de la capacidad de ocupar un lugar en todo tipo de discursos y que ese lugar cuente para algo», continúa.

«Escribir autobiografía es una forma de articular una autoconciencia acerca de la identidad de la mujer como hecho cultural y como proceso de construcción social», continúa De la Cueva. «Las mujeres que han decidido contar su vida, las mujeres que acceden a puestos de poder son criticadas con frecuencia, son juzgadas y cuestionadas. Una piensa que esto es cosa del siglo XVIII o del XIX hasta que se sienta a escribir y se dispone a publicar».

1111″Es muy necesario leer, hacer genealogía, dar con ejemplos de escritoras que en su momento fueron tildadas de chillonas y rabiosas y traerlas como ejemplo para tomar el control de nuestra escritura presente y el control del poder en los espacios públicos. La lectura es una herramienta de empoderamiento feminista», subraya. «Lo que yo quería era romper el silencio, hablar de algunos tabúes y vergüenzas, tomar el control de mi vida contándome a mí misma a través de la historia de otras muchas mujeres que vinieron antes que yo», expresa sobre su libro.

Otro debut del año que nos ha dejado, Partir, de Lucía Baskaran, también tenía tintes autobiográficos. En su caso, lo ha presentado desde otro ángulo que ha copado el año, la autoficción, esa barrera entre lo real e irreal que a veces cuesta distinguir. «Como lectora, casi siempre he conectado más con las historias narradas en primera persona. Al escribir, veía que la cosa fluía más cuando escribía en primera persona aunque no fuesen experiencias propias, así que decidí tirar por ahí», dice la autora.

«No creo que la propia experiencia sea la manera más evidente de ‘aportar algo’, pero sí que pienso que la singularidad de la experiencia individual es un lugar desde donde enunciar experiencias colectivas», piensa Baskaran. «Mientras escribía Partir no pensaba en si estaba ‘contando mi vida’, para mí era una especie de gimnasia», continúa.

¿Y hay algo de ‘autoayuda’ en querer leer este tipo de novelas? «Creo que normalmente consumimos ficción para tratar de entendernos mejor, para no sentirnos solos. En la autoayuda y la terapia se parte de la premisa de que hay un problema, algo que no va bien. La ficción creo que tiene más que ver con nuestra necesidad de sentirnos parte de una comunidad», reflexiona la escritora donostiarra.

2017, Gloria o Françoise
El centenario de Gloria Fuertes sacan del olvido a la poeta

No sólo gracias al formato de autobiografía más o menos novelada sobrevivimos un poco mejor al 2016. Con  Mala Feminista hemos aprendido a no culparnos o cómo ser amigas de otras mujeres. Con Rebecca Solnit aceptamos que a veces podemos y debemos callar a los hombres ( y unas cuantas cosas más). Marta Sanz nos ayudó a entender mejor a nuestras madres (las de los millenials) con el registro testimonial de una generación que es Éramos mujeres jóvenes. Alba Editorial nos regaló los imprescindibles diarios de Sylvia Plath con un precioso envoltorio. Y también reconocimos (ya era hora) a algunas de las Sinsombrero.

2017 comienza con una biografía de Gloria Fuertes editada por Blackie Books y con las memorias de Françoise Hardy a cargo de Expediciones polares. Pero quizá la tendencia no deba continuar, sino que debe dejar de serlo. Desde la librería Mujeres y Compañía piden un deseo tantas veces repetido: «Que, desde los suplementos y plataformas literarias, deje de hablarse de excepcionalidad y se hable de autoras con la misma soltura que se habla de autores».

Belén  Remacha, eldiario.es (http://www.eldiario.es/cultura/feminismo/aprendimos-feminismo-leyendo-mujeres-sabias_0_595990626.html) revisado  el 08-01-17

 

El beso de Judas

En estos días hemos visto con indignación como un empresario intentaba dar un beso a la fuerza  a una diputada; esto no un acto casual, nos dice  Miguel Lorente en este  articulo que ahora compartimos.

EL BESO DE JUDAS

El machismo no es sólo un posicionamiento individual, ante todo es conducta y una actitud frente a los demás, especialmente ante aquellos que deben apreciar los elementos que definen esas ideas, comportamientos y actitudes para que el hombre en cuestión sea reconocido como parte de su grupo de iguales, y ocupe una posición más o menos alta según el resultado de sus conductas.

En el machismo no hay ideólogos y actores, todos defienden las ideas con sus acciones, y todas las acciones refuerzan su sistema de valores. Es lo que ha hecho el vocal de la Cámara de Comercio de Sevilla, Manuel Muñoz Medina, al llevar acabo la agresión sobre la diputada de Podemos Teresa Rodríguez.

 Del mismo modo que no se deja de ser machista sólo con decirlo, tampoco es suficiente serlo para ser reconocido como tal por el resto, pues todos comparten esa condición. Ser machista exige demostrar que se es más que los demás y conlleva renovar esa posición periódicamente para evitar caer en la duda o que otro supere el status ocupado. Por eso su terreno de juego es el ámbito público y entre sus rasgos se encuentra la competitividad, el refuerzo personal sobre el ataque a otras personas, la ostentación, la amenaza… todo gira sobre lo que ocurre y sobre lo que puede suceder.

El machismo es realidad y amenaza, no es sólo silencio y la asunción de la desigualdad y sus dictados, es la demostración en cada una de las palabras que llevan al sometimiento de las mujeres y de todo aquel que sea considerado inferior en su estructura jerarquizada de poder; y son todas las conductas que se llevan a cabo en su nombre, desde la violencia al desprecio.

Lo ocurrido con el vocal de la Cámara de Comercio de Sevilla es un claro ejemplo de la necesidad de demostrar ese poder sobre las mujeres y de ser reconocido por ello. Es la típica conducta que nace del conocido «a que no hay cojones» que gusta repetir a muchos hombres, y que tanto compromiso conlleva entre ellos una vez que, como si fuera un sortilegio contra todo, es pronunciado en voz alta. Tras pronunciar la famosa frase, de manera inmediata surge un doble reto: el de realizar la propuesta que la acompaña, y el de hacerlo antes y por encima de aquellos otros hombres que forman parte de la iniciativa, puesto que la consecución del reto supone también un doble reconocimiento: por un lado el de la hazaña en sí misma, y por otro, el de quedar en una posición superior al resto de los hombres testigos de la conductas y participantes del desafío.

La estrategia del empresario Manuel Muñoz Medina fue clara, pero su desarrollo requirió con toda seguridad de la participación de todo el grupo. Una participación que probablemente surgió  tras un «pacto de caballeros» para propiciar las circunstancias en la que alguno de ellos diera el paso definitivo para el «asalto del beso». Y es que tuvo que haber una complicidad para que se insistiera tanto en que Teresa Rodríguez recorriera la Cámara de Comercio a pesar de su insistencia en abandonarla, y para que en mitad de su recorrido los empresarios presentes en el momento de la agresión localizaran con facilidad en qué lugar de la ruta se encontraba el presidente anfitrión con la diputada.

Una vez localizada, la conducta de Manuel Muñoz Medina no fue darle un beso, podría haberlo hecho si esa hubiera sido la motivación, lo único que se lo impidió fue la mano que él mismo colocó entre sus labios y los de Teresa Rodríguez, algo extraño si lo que pretendía era besarla. Pero no era ese su objetivo, sino demostrar su hombría y lo macho que es a través de la conducta y de la humillación que suponía esa agresión dirigida contra Teresa Rodríguez, la cual probablemente había comenzado momentos antes con su «a que no hay cojones».

Teresa Rodríguez agradece la solidaridad tras denunciar una agresión machista

Y del mismo modo que no quiso darle un beso, tampoco habría llevado esa conducta contra una diputada del PP, a quien él probablemente considere «una señora». Pero una diputada de Podemos es diferente. Está en esas categorías que los machistas creen que las hacen merecedoras de lo que los hombres deciden hacer, como la crítica del fiscal jefe de Castilla-León a Nevenka Fernández cuando denunció al alcalde de Ponferrada, Ismael Álvarez, por acoso sexual, que en pleno juicio le  dijo, «¡usted no es la empleada de Hipercor que le tocan el trasero y tiene que aguantarse porque es el pan de sus hijos!».

«Empleada de Hipercor, alumna de clase, diputada de Podemos»… todo forma parte de esa estructura jerarquizada que levanta el machismo y en la que las mujeres ocupan diferentes posiciones según su condición, pero siempre por debajo de los hombres que se encuentran en cada uno de esos contextos.

La cobardía del machismo necesita de las razones que él mismo da para que sus decisiones queden bajo la responsabilidad del alcohol, de las drogas o de los trastornos psicológicos y así presentar a los hombres como «irresponsables» o «víctimas de campañas por cosas sin importancia». Pero no es esa la realidad. En el caso de Manuel Muñoz Medina, su conducta muestra cómo tuvo control en todo momento para desarrollar una conducta concreta, colocar la mano entre las dos bocas y argumentar después lo ocurrido como si no supiera lo que había realizado, pero sí explicarlo perfectamente con el argumento del alcohol.

Todo forma parte de ese machismo que sólo retrocede cuando alguien se enfrenta él, pero nunca para cuestionar las circunstancias que dan lugar a las conductas, tan sólo para que no haya consecuencias sobre los autores. Quizás en el caso de la Cámara de Comercio sevillana no era la primera vez que estos hombres jugaban al «beso en la boca» y lo único nuevo ha sido la respuesta de Teresa Rodríguez.

Son besos de Judas, la señal para que otros hombres vean lo que son capaces de hacer y la traición de la confianza depositada en ellos. Son los besos de los hombres de reconocido prestigio que se presentan como modelo de una sociedad basada en el machismo, la desigualdad y la violencia contra las mujeres bajo la normalidad y las justificaciones. No debemos permitirlo, a lo único que representan es al pasado y al machismo actual.

Un abrazo solidario para Teresa Rodríguez.

Fuente: Miguel Lorente, Eldiario.es (http://www.eldiario.es/andalucia/desdeelsur/beso-Judas_6_595350464.html) revisado el 28-12-16

YO CREÍ QUE ESTABA LOCA

Compartimos este artículo escrito por Locas del Coño, se trata de un testimonio que retrata bien, los sentimientos que provocan estar al lado de de un maltratador. Si has vivido una situación similar recuerda que NO ESTAS SOLAS.

YO CREÍ QUE ESTABA LOCA

Yo creía que era puta.

Lo creía porque él me lo decía, mientras me arrepentía por haber agregado a un amigo a Facebook. Lo creía cuando le decía a mi amigo si por favor podía borrar una foto en la que se veía conmigo. Lo creía mientras mi amiga me decía que si yo estaba de novia había cosas que no podía hacer, como subir ciertas cosas a Facebook. Yo creía que era una puta por haber coqueteado con otros hombres cuando él todavía no se decidía a estar conmigo. De hecho, cabe aclarar, yo creía que su mujer era la que “lo hacía poner nervioso“, y “lo llevaba a romper el monitor del ordenador de un golpe“. Sí, yo había coqueteado con otros hombres, aún cuando él me recordaba que no se iba a separar, yo era una puta, claramente.

Después además de creer que era una puta, empecé a creer que estaba loca, y que además era una mala persona.

Empecé a creer que estaba loca, porque él decía que había gente que pensaba eso de mí, que él lo sabía. Empecé a creer que estaba loca, porque había elegido amigos que “me habían llevado por mal camino”. Empecé a creer que estaba loca, porque cada vez que él me lastimaba insultándome, elegía la autolesión para demostrarle lo mucho que me estaba haciendo daño. Empecé a creer que estaba loca, cuando empecé a contemplar el suicidio como forma de escapar al dolor.

 Y obviamente que era mala persona, ¿cómo yo podía dejar que él sufriese tanto?. Era mala persona por no excitarme con él, porque siempre que me peleaba atacaba mi sexualidad. Era mala persona porque no hacía nada cuando él lloraba como un desquiciado porque yo había empezado a actuar como él, a prohibirle hablar con gente, a tirar cosas, a patear puertas. Me estaba volviendo una loca mala, y que ni se me ocurriese contar lo que pasaba puertas para adentro, no podía contar que me había arrastrado por el piso, que había agarrado un cuchillo y amenazado con matarse, no podía contar que había amenazado con matar a mi gato, dos veces, o que me rompía mis cosas. No podía porque entonces “él iba a contar lo que yo hacía, él iba a contar que yo me cortaba, o que me quería matar, o que le rompí un almohadón de una patada”. ¿Quién me iba a creer a mí? Él tenía testigos, él tenía una amiga abogada, él tenía todas las herramientas patriarcales para hacerme quedar como una loca. Y entonces ¿yo qué podría hacer?, soy docente, no podía dejar que esto llegase a afectar a mi profesión, no podía lastimar así a mi familia, tenía miedo de tener miedo, tenía miedo de defenderme. Llegué inclusive a sentir culpa porque, el día que vino la policía al apartamento, porque una vecina llamó, lo hice firmar a él un papel administrativo; debería haberme ido corriendo a la comisaría.

No fui capaz de irme por mis propios medios. Me dejó con la excusa que yo lo engañaba, con una pobre amiga mía con trastorno bipolar. Otra presa fácil. Y haberme ido no fue suficiente como para curarme. Tuve ideas suicidas por mucho tiempo, angustias que no sé de donde salen, dolor, desconfianza en mi misma, inseguridad, perdí casi 10 kilos. Y aún ahora, un poco más entera, con mi pareja de hoy en día, siento la necesidad de reaccionar con violencia defensiva ante ciertos estímulos, la necesidad de defenderme constantemente de un peligro que ya no existe. El ímpetu de desgarrar con los dientes a quien sea que se me acerque porque me puede hacer daño, y ya no quiero que me hagan más daño.

Ayer tomé la decisión de retomar terapia, para ordenar algunos patos que se salieron de su fila.

Ninguna de nosotras tenemos por qué terminar de esta manera, rotas, porque aún cuando la herida haya cerrado, las cicatrices quedarán. Y son esas marcas eternas, las que nos recordarán para siempre no quedarnos de brazos cruzados, salir a contar nuestras historia, y rezar porque probablemente le sirva a otra chica.

No piensen en que “pasó mucho tiempo, ya es en vano”, “pasó hace mucho tiempo, ¿por qué no lo superas, y ya?“, no, siempre va a haber alguien a quien su historia pueda salvar. Siempre va a haber alguien dispuesto a ayudar. Cuando estamos metidas de lleno en una relación abusiva y violenta, creemos que nadie nos va a entender, que estamos solas, que nunca nadie se sintió como nosotras. Pero no es cierto. Somos muchas las que hemos sufrido las mismas heridas, y estamos dispuestas a contarlo, si con ello logramos ayudar a que otras no pasen por el mismo infierno. No estás sola.

Fuente: articulo de Magazine Locas del Coño (http://www.xn--locasdelcoo-beb.com/2016/12/yo-crei-que-estaba-loca/ ) revisado 19-12.16.