Socialmente no hay un prototipo de maltratador, puede ser de clase alta o baja, con estudios o sin ellos, joven o viejo. Su conducta no tiene por qué estar ligada al consumo de alcohol o drogas ni tampoco a enfermedades psíquicas. En contra de lo que pueda parecer, el 80% son ‘normales’. Lo único que tienen en común es que son varones y que tienen muy interiorizada la idea de que la mujer está a su disposición. Ésta es la clave de la conducta del maltratador: un hombre celoso, posesivo y controlador, que actúa como si tuviese una especie de derecho natural para degradar a su pareja. Según asimilen más o menos esta idea se convertirán en un tipo diferente de agresor: violentos físicos: asesinos o psicológicos: controladores…

El complejo de inferioridad y la poca autoestima que suelen tener convierten cualquier “desaire” -así ven cualquier opinión o conducta que no se ajuste a su punto de vista- en una ofensa a su virilidad. Un sentimiento de humillación que quieren eludir a toda costa. Para ello, optan por el extremo contrario y buscan en el control o en los golpes a sus parejas un poder que se les niega en la calle. Por eso no se resignan a perderlas. Las necesitan vitalmente para desahogarse.

La mayoría no son agresivos de forma habitual. Ejercen su violencia de forma selectiva, sólo con su mujer o pareja. Por eso es tan difícil reconocerlos. Además, desarrollan una especie de doble personalidad, hacen lo que corresponde hacer a un hombre cuando están en público: tratar bien a la mujer; pero son unos tiranos en privado. Esta doble fachada es más acusada en los maltratadores que ejercen violencia física.

Además, suelen presentarse a sí mismos como víctimas. «Discutimos y ella me dijo que no aguantaba más y que se iba. Yo la empujé y se cayó». «Tuvimos un desencuentro, le grité y se asustó», «me provocó», «si se hubiese quedado callada no habría pasado nada», dicen como disculpa.

Los valores machistas que imperan en la sociedad han calado hondo en estos hombres, llevándoles a extremos límite. El actuar de una forma agresiva, en sí misma, y como mecanismo de defensa, altera las propias creencias del maltratador y en lugar de asumir la realidad de que está agrediendo a la otra persona, para mantener su autoestima, justifica y niega sus actos.

Fuentes:

  • “Violencia invisible en parejas adolescentes”, Angélica Cuenca, psicóloga.
  • “Guía de prevención de violencia de género”, Federación de Mujeres Jóvenes
  • Asociación No Más Violencia de Género «José Antonio Burriel»
  • “Construyendo la igualdad  prevenimos la violencia de género”. Dirección General de   la Mujer. Comunidad de Madrid.
  • «Violencia contra las mujeres». Instituto de la Mujer
  • «Desmontando mitos«, Federación de Mujeres Progresistas.
  •  http://noalmaltrato.com/ Asociación  Integración Activa
  • “El ciberacoso como forma de ejercer la  violencia de género en la juventud: un riesgo en la sociedad de la información y del conocimiento”. Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. 2014